La expectativa de vida de los humanos se está incrementando. Frente a la alarma que cunde de manera generalizada, consideramos que hacen falta otras respuestas. No nos parece la forma adecuada de asumir lo que, bien visto, debe saludarse como una gran noticia y es que ¡vamos a vivir más años! O sea, estamos ante un gran reto … para la humanidad. Y ya que hablamos de humanidad, revela una total carencia de la misma la -más o menos– velada culpabilización de las personas mayores sobre el peligro para el “estado del bienestar” con tanta pensión y gasto socio-sanitario.
Estamos pues ante el reto de un nuevo “contrato social”. En este escenario, las personas mayores y las asociaciones de mayores, tienen la oportunidad de ocupar un nuevo ámbito, de desarrollar otro tipo de función y de generar un nuevo imaginario social. Es necesario que esta asunción de roles funcione como un diálogo, con una interlocución entre las personas mayores (y sus asociaciones) y el conjunto social. Estamos pues ante la construcción de un nuevo relato, un “constructo epistémico” que venga a entronizar otra forma de vivir tras la jubilación.
Todo esto en un contexto con otros cambios, como el de la epidemia de la soledad no deseada, la evolución de las estructuras familiares, movimientos migratorios, falta de motivación para formación académica y la educación, …
¿Y si las personas mayores son parte de la solución…? El “embeleso digital” se suma a la “dictadura del provecho” en el empobrecimiento del humanismo y del coeficiente intelectual. Las personas mayores pueden y deben formar parte de la transformación de la sociedad. Las personas que se jubilan tienen un valor singular, el que les aporta toda una vida con las experiencias que les han permitido así un conocimiento directo. Somos “la especie que triunfó gracias a las abuelas”. Tenemos que recuperar ese enfoque, con propuestas en las que las personas mayores y las asociaciones contribuyan a abordar los retos a los que nos enfrentamos, como los mencionados anteriormente.